jueves, 29 de septiembre de 2011

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Eldorado y la sensación del síndrome de Diógenes

El síndrome de Diógenes es una afección más o menos paralizante, de acuerdo al grado de avance. No siempre es perceptible a simple vista, y con frecuencia pasa desapercibido para quienes lo padecen.



EDITORIAL, por Hugo Kovalski
( Radio Stop )


Nuestra ciudad es una de las comunidades más antiguas de la provincia. Nació al influjo de poderosas corrientes migratorias que, en busca de un futuro mejor, recalaron acá, a principios de siglo, desde lugares cercanos, como el Paraguay y Brasil y lugares tan remotos como Alemania, Suiza, Polonia, Inglaterra, España y tantos otros países que fueron conformando una basta y colorida geografía demográfica, que constituye nuestro basamento como sociedad y que marcó a fuego nuestra conformación social.

Trajeron también, sobre todo los primeros colonos europeos, sus vivencias, sus experiencias, sus recuerdos de cómo funcionaban las cosas en sus lugares de origen. Seguramente también trajeron sus traumas y dolorosos recuerdos, de los cuales huían.

Una de las tantas experiencias que vivenciaron en sus lugares de origen y que más aplicaron acá, fue la conformación de cooperativas. Misiones debe ser una de las provincias que más emprendimientos cooperativos tiene.

Y así se conformó la otrora poderosa Cooperativa Agrícola, que supo ser líder en toda Latinoamérica.

Y por supuesto la, hasta hoy vigente, Cooperativa Eléctrica, que sirvió como modelo a tantas otras.

La intención de esta editorial no es hacer una reseña del pasado pujante que supo tener nuestra comunidad. Historiadores y memoriosos ya lo hicieron y de la mejor manera.

Nos interesa espiar el futuro, desde este presente complicado y no tan pujante como fue, pero que lucha por transformarse en una promesa llena de ilusiones y proyectos, capaz de dar cabida, no solo a las constantes migraciones que aún siguen llegando a nuestra ciudad, sino a nuestra propia juventud que, muchas veces, se ve obligada a migrar en busca de mejores perspectivas.

Desde hace varios años, Eldorado parece una canoa atrapada en medio de un remanso. Cuando parece que acompaña el derrotero de progreso de los demás municipios, vuelve a internarse en el remanso y todo queda en ilusiones.

Para quienes transitan por otras localidades del interior de Misiones, las comparaciones resultan inevitables y no siempre son favorables.

No es que estamos a la cola del crecimiento que han experimentado decenas de municipios misioneros, pero habría que hacer un esfuerzo muy grande para colocarla a la vanguardia del progreso.

En el foro asistimos frecuentemente a debates entre los que plantean el atraso en que se encuentra nuestra ciudad, y la vergüenza que les produce y los que se enojan porque consideran que quienes la critican de ese modo, no son eldoradenses.

Los entendemos perfectamente, porque a todos nos gustaría que sea la ciudad más linda de Misiones.

Pero no es así. Tampoco es la más fea.

Tal vez sea hora de plantearnos un profundo debate al respecto, de cara al próximo centenario, para encontrar las razones que nos llevaron, como comunidad, a perder el empuje que supimos tener antaño.

Sería fácil echar culpas a la dirigencia. Actual o pasada.

Creo que, sin ser inocentes sobre este punto, tampoco son exclusivamente responsables. Incluso a pesar de los años que muchos llevan al frente de las instituciones más representativas de nuestra comunidad. En todo caso, ellos son producto de nuestras propias decisiones.

Creo que este presente que vive Eldorado, se debe a una estructura que, en su momento, sirvió para llevarla a un grado interesante de desarrollo, pero que hoy es claramente insuficiente y hasta obsoleta y ya constituye uno de nuestros escollos más importantes para el desarrollo.

Y formando parte de esa estructura obsoleta, está nuestra querida Cooperativa de Electricidad.

De todas las estructuras que cimentaron nuestro progreso, la CEEL cumplió el papel más importante.

Y hoy, cada vez que hay que realizar una inversión importante, con visión de futuro, las autoridades de turno, cualquiera fuera, siempre se ven obligadas a acudir al socio, quien se ve obligado a seguir invirtiendo dinero, a costa de sus propios y magros ingresos, para gozar un poco de progreso, pero a costa de un costo alto del servicio. Se perjudica dos veces. Primero, capitalizando a la Cooperativa y luego, pagando más caro el servicio.

No sucede así, por ejemplo, con EMSA, que es una empresa de todos los misioneros, pero que más del 80% brinda servicios, esencialmente, al Departamento Capital. Y cuando hay que dotarla de mayores, mejores y modernos servicios, el Estado provincial acude en su ayuda, realizando aportes, cuyo origen reconoce al presupuesto provincial como única fuente. Un presupuesto provincial al cual aportamos todos los misioneros, con nuestros impuestos.

Los costos de la modernización de EMSA, que son absolutamente necesarios e imprescindibles, y del cual nos beneficiamos todos los misioneros, son prorrateados entre todos los habitantes. Pero quienes más se benefician, reitero, son los ciudadanos del Departamento Capital. Y a ningún dirigente de EMSA se le ocurriría obligar a sus usuarios a aportar capitalización alguna.

Por eso mi afirmación de que no se trata de dirigencias. Se trata de estructuras que hoy ya no nos sirven, cuyos costos, cada vez más creciente, debieran ser soportados por el Estado provincial, que está obligado a brindar, a todos sus ciudadanos, los servicios esenciales propios de la modernidad, entre los cuales el agua potable, la electricidad y cloacas son innegociables.

Sobre todo teniendo en cuenta que, desde que la política comenzó a tener cada vez más ingerencia en la administración de la CEEL, su planta de personal crece de manera exponencial, de la misma manera como sucede con las estructuras estatales provinciales.

De ese modo la CEEL ha pasado a ser casi un organismo estatal provincial, pero sostenido con el aporte de sus sufridos socios.

Un organismo que no solo se encarga de la electricidad, como EMSA, sino que, además, se encarga del agua, como el IMAS (Instituto Misionero de Agua y Sanidad) y el EPRAC, el ente regulador de la prestación del servicio de agua potable que, en el Departamento Capital, presta la empresa privada SAMSA.

Pero, además, presta el servicio subsidiario de venta de electrodomésticos, a través de ELECTRODOM, que en el Departamento Capital, lo presta el IPLYCSE.

Es como mucho ¿no?. Y todo soportado con el aporte de los socios.

Individualmente, el Síndrome de Diógenes, se caracteriza por el total abandono personal y social y por el aislamiento voluntario en el propio hogar, acompañados en la mayoría de los casos por la acumulación en él de grandes cantidades de dinero o de desperdicios domésticos.

A la persona que lo padece, le cuesta tirar cosas que ya no le sirven y las acumula en algún galpón, a la espera de encontrarle utilidad.

A veces nos parece que a Eldorado le pasa eso con respecto a sus viejas estructuras, entre las cuales la CEEL marcha a la cabeza. Una especie de Síndrome de Diógenes social que impide que los eldoradenses abandonemos esas viejas estructuras y las cedamos al Estado provincial para que se haga cargo oficialmente de sus costos cada vez más crecientes, y permitirnos orientar nuestros esfuerzos sociales y económicos a mejores causas en pos de un progreso largamente merecido.

viernes, 9 de septiembre de 2011

jueves, 8 de septiembre de 2011